Caminaba por la calle pero nadie la miraba. Es decir, la miraba todo el mundo. Pero no miraban sus ojos.
Ella tenía la cabeza gacha. El delineador celeste corrido. El pelo atado en una colita baja.
Sus pasos se detuvieron a la entrada de la Iglesia del Santísimo Sacramento. Miró sus pies, los movió un poco. Levantó la cabeza y con la mirada al frente pisó, y sintió que el piso le quemaba los pies. Con una mueca de sorpresa, volvió para atrás y miró al suelo, pero nada había en sus zapatos. Volvió a mirar al frente y se adentró en la capilla.
Estaba feliz, había podido comulgar y adorar al Señor. Bajando las escaleras, un grupo de consagradas con el velo, charlaban con entusiasmo y se disponían a entrar a la basílica por una puerta a su izquierda. Una de ellas la miró y le sonrió, y luego siguió su camino.
Sylvia quedó sorprendida. Nunca en su vida le había sucedido algo así. La dulzura en su mirada, la sorpresa de su amor.
Pasó una semana pero había algo que la seguía atrayendo hacia allí. Todos los días luego de salir de su trabajo por Retiro se dirigía a la Iglesia. Y en el medio de la celebración, antes del momento de la Consagración, el cura se puso a rezar la oración por las Vocaciones. Sylvia miró a un lado y a otro pero la gente solo rezaba. Ella se encontraba sorprendida. Miro hacia adelante e intento seguir la oración.
La monja se llamaba Virginia, era de Bajo Flores pero había sido trasladada allí. Sylvia quería ser monja.
A los pocos días decidió dejar su trabajo para siempre, y dedicarse a la vida en oración y consagrada. Sería difícil dejar su pasado atrás pero ella estaba dispuesta. Había encontrado el camino para su vida.
El padre Chipper fue el que la ordenó. Le sonreía desde el altar. Todo era Gloria de Dios ese Dia. Sus amigos del CHA se encontraban arrodillados, sus cabezas gachas y sus ojos cerrados con fuerza. Sólo lo miraban a Él. Todo era Gloria de Dios ese Dia.
Como le había dicho Chipper una vez, el hecho de su homosexualidad no había sido un obstáculo para él, y su transexualidad tampoco debería serlo para ella. “Gracias” fue lo único que pudo salir de sus labios.