Esta casa sin limones ya no tiene perdón.
No es la primera vez que sucede esto. Saben que se necesitan los limones para todo, y sin embargo pasan estas cosas.
Yo me mato yendo al supermercado siempre que necesitan, pensando en lo que les hace falta, lo que le hace falta a cada uno; y sin embargo no compran limones.
Ya ni tiene sentido abrir la heladera; para qué si ya sé lo que hay. Solo el vacío de una casa mal administrada; poco agradecida, poco entregada.
Nada de esto es novedad: viene pasando hace tiempo. Intentamos seguir adelante a pesar de todo pero acá hay un vacío de otras cosas.
Así que me voy. Ya no tendré que quedarme a ver este sufrimiento, que está adentro tuyo y mío. De lo que nos convertimos, de lo que no pudimos ser. Esta Gillette finita que me corta por dentro perpendicular al piso, desgarrándome cada vez un poquito más en mi interior. Que no se va ni cuando dormimos.
Ahora me falta limón para mi vaso de agua.
Es lo cotidiano lo que más duele.