¿Qué es ser pequeño?

Ser pequeño es ese estado al que nos aferramos donde estamos seguros que nuestras capacidades tienen un límite y rebozamos de alegría en esa realidad propia. Creo que ser pequeño es dejarse llevar por los propios impulsos, es reconocerse mejor a todo el resto. Es ser alabado en esa diferencia, que produce en los otros un extraño placer.

Ser chico es tener el tiempo para abrir los ojos y descubrir el mundo. Es levantarse y jugar, y ser alimentado. Es romper los pastitos y pisar los hormigueros. Es tirarse en el piso y mover los brazos.

Ser chico es no asumir el peso de la propia vida. Es el ser por el ser, la inconsciencia por el ser, por la ignorancia. Es saber sin saberlo. Es correr sin correr, y caminar corriendo.

Ser chico es el aferro a tus padres, a tus dedos, a tu ñeñé y a tu siesta. Es papilla en la cara con Coca, Cindor y galletitas también. Son sonrisas locas, son gritos fuertes. Son necesidades, necesidades y necesidades. Son besitos chiquitos e inútiles. Son bebés apilados al lado tuyo. Son juguetes más grandes que vos que te poseen por derecho.

Ser juguete viviente de los gigantes progenitores.

Es caerse y romperse la nuca, varias veces. Es saltar y bailar. Es la babia misma, el limbo de la vida, la pascua viviente entre el ayer y el hoy.

Es el paseo por la plaza, las corridas de toros que parecen palomas.

Las horas dormidas.

Son amigos gorditos, manos chocadas, dedos chorizo, toda una vida de cosas dadas por sentado. Que luego caen rotundas en la misma nuca firme, y reciben un abrazo de dolor y de verdad penetrante y profundo que prosigue hasta que la luz se apaga.

Ser chico es asumir tus propios desafíos, es crecer de la mano. Es compartir y llorar para no hacerlo. Es correr de tus problemas, es escuchar gritos en los pasillos. Es sentarte en el piso a llorar seguido. Es meterte mostacillas en la nariz, es sorprender en lo pequeño. Es conmoverse en lo profundo del ser. Es comerte los mocos y la cera, para probarlo porque no sabés qué son. Y tu amiguita te dice que son “la basura del cerebro”.

Ser pequeño es saber muchas cosas aunque no lo sepas. Es comer, convivir, conversar, hacer negocios, persuadir, eludir, contraer, calcular, conmemorar. Es cambiar de talle cada año. Es recibir muchos regalos que no te gustaron. Es cambiar mucha ropa, es donar. Es comerte tus crayones.

Es hacerte bosta los dedos aprendiendo a tocar la guitarra. Es empezar a leer y escribir. Es que la vida te cuesta más en tus limitaciones. Es ver fotos de cómo era la vida antes, es preguntarte sobre el pasado. Es tener miles de clases de Historia por delante, es aprender toda clase de leyes del mundo natural y artificial.

Es comer papas fritas muchas veces porque te encantan, hamburguesas y empanadas también. Son milanesas con puré de papas. Helados de crema y juegos como Life o Twister.

Son muchos trucos ganados y muchos perdidos. Son las trampas hechas, son engaños petulantes.

Es conocer mucha gente: chicas, chicos, aliens, adultos de 40. Oler sus gases y los tuyos, y aceptarlos.

Es perdonar y comer caramelos. Es abrazar y usar camperas de jean.

Es cambiar las paredes de tu cuarto y hacerte hombre.

Ser chico es preocuparte más de lo que parece o más de lo que los otros quieren ver. Es querer ser como él, es querer ser como ellos.

Es saber que vas a ir a los mismos lugares, pisar las mismas huellas, seguir los mismos carteles, respetar las mismas líneas.

Es preguntarte sobre el futuro, sobre tu futuro. Pensar en la teoría del enfrascamiento, en la impermanencia, en la astrofísica. Es creer cuando te dicen que va a estar todo bien.

Es contar muchas historias, es tener ansiedad.

Es no saber qué carajo hacer con tu vida. Es buscar tu motivación en las tareas diarias.

Es mirar y pensar “¿dónde estoy?”

Es saber que sabés que tenés que crecer.