Está a unos cuantos metros de mi cama la heladera. La puedo abrir siempre que quiero. No le debo tributo a nadie más que a mi apetito y sed de victoria. Victoria.
La encuentro a veces disponible, dada, otras más abarrotada, más amarreta. Tiene un olor especial. Me recuerda a lo perdido y lo ganado.
Es el aliado fundamental de la cuarentena. A ella acudimos en busca de guía, de consejo, consuelo. De certidumbre en estos tiempos tan nublados y sombríos.
Tengo fiebre. Tengo sed. Cúrame del vacío – dije. Cúrame, oráculo del Señor.
Mas no hubo respuesta.