Para saber cómo abrigarse hay que saber para qué clima hacerlo: la temperatura, la humedad, la situación general del ambiente. Por otro lado, hay que tener en cuenta qué actividad se va a realizar durante la jornada. Las necesidades físicas propias del sujeto en el entorno.
La primera capa siempre es clave. Es aquella que está más cercana a la piel. La que define el abrazo, el nivel de calor a recibir. La cercanía o distancia con el cuerpo.
La última capa externa es también de suma importancia. Define qué tanto se mantendrá o liberará el calor interno. Qué tanto frío dejar entrar, que se desea recibir. Suele ser un buen consejo tener una capa externa que tenga un paso intermedio como un cierre adelante o una capucha.
La coherencia estético-cromática es fundamental para un adecuado estadío en el espacio. Las vibraciones internas deben complementarse con las de la apariencia externa.
Las actividades a realizar definen el nivel de flexibilidad y comodidad requerido en la vestimenta y el calzado. Siempre se debe ser precavido y considerar de antemano las posibilidades del día.
Hay puntos claves del cuerpo como la cabeza, el cuello, los pies, o mismo el torso, que establecen el clima general corporal. Debe tenerse en especial consideración para, según cada cuerpo, entender cuáles son los puntos cruciales a cubrir y las compensaciones necesarias entre las partes del todo.
Por último, pero no menos relevante, tener en cuenta el calor del amor del ambiente a rodearse. En el plano físico o virtual. Este puede llevar al desbalance o equilibrio de la ecuación previamente propuesta.
De todas formas, la gente anda loca siempre.
A los que son mi abrigo, 2021