Era curioso ver cómo moría aquella mosca. Estaba en la pared cuando vino el hombre y le arrojó solo un poco de veneno en spray. Verías cómo aleteaba desesperada, se golpeaba contra la pared y luego volvía a volar. Era curioso ver cómo reacciona una criatura ante la desesperación. Ante la prueba.
Desapareció detrás de un cuadro. No sería vista más. Pero esa inevitable preguntarse cosas como qué sentiría en esos últimos momentos, cuánto tardaría en desvanecer, entre otras cosas. ¿Es cierto que todos perecemos de la misma forma? ¿Que todo perece de la misma forma? ¿Es el perecer igual en todos lados o hay ciertas variables que lo modifican, haciéndolo tal vez peor? Tal vez lo hiciera más leve pero entonces estaríamos pereciendo igual, ¿y puede ser el perecer aliviado acaso? Si el dolor sigue siendo dolor, y el sufrimiento sigue siendo sufrimiento. Está en su esencia de ser.
Seguía mirando cómo la tenue luz de la lámpara iluminaba aquel cuadro. Que sería para siempre inmortalizado como “el cuadro donde murió aquella mosca en aquella ocasión”.
O tal vez no. Pero se podría decir que uno puede conocer realmente a alguien viendo cómo reacciona ante la desesperación. Cuando se está ahogando y vemos en su cara que está luchando con todo lo que tiene para lograrlo, a la espera de que Dios todopoderoso se apiade de él.
Pero es algo que realmente refleja mucho de las características de una especie o de un grupo de criaturas.
Uno nunca sabe de qué está hecho hasta que eso es su única salida.
Así que ya sabés a dónde recurrir cuando quieras sabes algo de los demás. O de vos mismo.