Uno va a la parada de colectivo. Apurado, ansioso, como quien no quiere la cosa pero no tiene más remedio que la resignación a lo que se convirtió su vida: una serie de pasajes en colectivo, con estadía espiratoria y comodidad intransigente y relativa. Al espacio-tiempo, claro está. Y a la generosidad de la gente.

Viajar en colectivo es toda una aventura. Es como si nuestra vida dependiera de eso. Las filas por quién va primero, los caballeros que le dan paso a las damas o le ceden su lugar, las miradas entre pasajeros, la exploración de vidas ajenas, la conexión multicultural, todo un gran drama para el homo sapiens.

La cuestión es que hay veces, sobretodo en el Metrobus, que uno se encuentra con un tipo de pasajeros especiales que se están a la espera de otro tipo de transporte que supera nuestra ignorante comprensión. Se los ve primeros en la fila (vaya a saber uno cuánto tiempo llevan esperando allí) y que los colectivos pasan pero no se suben a ninguno; ninguno resulta de su agrado o satisfacción. Es más, los observan con indiferencia.

Siempre me pareció admirable la fe que ponen en este misterioso transporte estatal como para que no impacientarse en su fiel espera, sin ninguna certeza de que llegue aquel colectivo fantasma. Por otro lado es cierto que estas paradas especiales, compartidas con los mortales, gozan de asientos que alivianan el esfuerzo y un techo que los protege de la intemperie.

Son así como los pasajeros del tren que va a Hogwarts, pero esta vez sin tanta xenofobia hacia los ingenuos muggles.

Siempre quise tomarme un colectivo fantasma, o por lo menos esperar para ver alguno en acción. Pero eso es cosa de gente con tiempo, cuya vida no depende de llegar a lugares y de andar siempre en movimiento.

Volvamos un poco a los pasajeros fantasmas, como tengo el agrado de nombrarlos. Estos pasajeros no suelen vestirse como el resto de nosotros ni comportarse de forma muy promedio. Se encuentran callados, sí, ¿pero a costa de qué? ¿Cuál será esa contraseña, ese secret code que comparten? ¿Qué clase de educación tendrán, cuáles sus lugares frecuentados?

Y lo más importante, ¿a dónde los llevan estos colectivos fantasmas? ¿A visitar a sus difuntas abuelitas? No lo sé. Creería que su destino es un tanto más interesante.

Algún día habría que preguntarles por qué están aquí. Eso me pregunto: qué esperan estos boludos que lo único que hacen es ocuparme espacio cuando yo tengo que seguir viajando y me tengo que ir. Ya sé que no tienen guita ni ropa ni educación ni nada más que hacer pero por favor CORRETE DE ACÁ.

Parame, parame. Nah, tremendo, ¡mirá lo que es! Dale dale, ya me subo. 6,25 por favor.


Original transcript, 2018