Ejercito el don que me da la vida de existir, el silencio. Con mis manos aprieto las teclas que me llevan al más allá. Dejo que mi mente se drene de sus coágulos. Enfrento mis deseos. Veo a las cortinas danzar, las dejo guarecerse. Siento los granulados de las ventanas, sus protuberancias. Acepto la energía que me llega del más allá. Deseo eso que me mueve que me pasa por las venas. Me asomo por el balcón escondido que veo desde mi ventana para encontrar la fuente de luz que siempre brilla. Aunque sea de noche.


No todo vale la pena leerse

2020