Por eso yo ya no me resiento, me porsiento. Porque ya estoy cansada de los autos que no frenan en las esquinas, cansada de los vendedores ambulantes, cansada de los piratas del subte con su pata de palo podrida. Si yo nací para pensar. ¿Pero sobre qué si no vivo?

Cuando medimos en porentajes hacemos un estimativo más acotado, mucho más fidedigno con la realidad. Y eso es lo que quiero: largarlo todo. Porque me cansé de la arbitrariedad de las cosas, de la mezcla de sentimientos, de los exámenes que no se terminan. Ahora me dedico a pagar impuestos, endeudarme y ver crecer el pino. Ahora me dedico a desafiar la productividad y la expectativa. Ahora lo único que espero es ser la que toca la puerta, la que no llora dormida. La que escala y sueña que escala. La perfecta, la diestra. Porque para qué el mundo encarnado, para qué la carne de las cosas sino para comer, para curiosear, para gritar y destripar. Para que la destrucción sino para armar de nuevo. Para qué la gente que te lastimó y te tiró del dedo. Para qué solo sentir si te podés porsentir por todo. Por lo que sientas.

En el tránsito a la resurrección, todo escalón es palmera. Preferible mirar sonriendo.